28 oct 2013

Las Siervas de San José donan a la cofradía una reliquia de santa Bonifacia




A través de las comunidades josefinas de nuestra ciudad, la Congregación ha remitido desde Madrid una reliquia de su santa fundadora a nuestra cofradía, como agradecimiento por haber incorporado a la madre Bonifacia a nuestra novena. La reliquia “ex ossibus” pertenece a aquellas que se extrajeron de su sepulcro con motivo de la beatificación en 2003, remitiendo además el documento que verifica la autenticidad de la misma. Nuestra cofradía quiere agradecer este gesto de la Congregación, organizando una Misa de acción de gracias y veneración de la reliquia el próximo sábado 16 de noviembre, a las 20 horas en la iglesia de San Vicente.

La madre Bonifacia nació en Salamanca el 6 de junio de 1837, siendo bautizada en el templo de San Sebastián, parroquia de la Catedral. Fue hija de Juan Rodríguez, artesano que realizó diversos oficios, entre ellos sastre. María Castro, su madre, será una persona muy importante en la vida de Bonifacia, que además de ocuparse de sacar adelante a su familia tras la muerte de Juan en 1854, acompañará a Bonifacia en su vocación religiosa, profesando ella también como Sierva de San José, estando todavía enterrada en nuestro cementerio de San Atilano.

Nuestra santa creció en un hogar cristiano, a pesar de las dificultades sociales y políticas de la época. Acudía habitualmente a los cultos que se celebraban en la Clerecía, templo que había vuelto a ser regido por los jesuitas tras su vuelta a España. Allí conocerá al otro fundador de la futura congregación: Francisco Butiñá. Este jesuita será su director espiritual y confidente durante toda su vida, y a él acudirá en los momentos difíciles.

Tras un viaje a Ávila donde residió con las Adoractrices para formarse en diversas labores textiles, volvió a Salamanca para vivir con su madre, estableciendo un taller de cordonería y pasamanería en la calle Traviesa. Será en este taller donde comience a poner en práctica lo que será parte esencial de su espiritualidad: hermanar la oración con el trabajo, a imitación de la Sagrada Familia de Nazaret y la vida oculta de Jesús. En 1872 fundará en aquel taller la asociación de la Inmaculada y San José, reuniendo así a un grupo de chicas con similares inquietudes, con una sensibilidad espiritual vinculada al trabajo, y una naciente vocación religiosa que dirigirá a muchas de ellas a diversas órdenes e institutos.  Todo ello será dirigido por el padre Butiñá, intentando dar una respuesta cristiana a la situación social de la época.

Aunque santa Bonifacia mostró una primera inclinación a profesar en el convento de las Dominicas, hizo un profundo discernimiento vocacional, descubriendo que Dios le llamaba para fundar una nueva familia religiosa. Con el impulso del obispo Joaquín Lluch y Garriga, y con la dirección del jesuita Butiñá, en 1874 dan un nuevo paso y fundan la Congregación de las Siervas de San José, abriendo un nuevo taller en la calle Placentines.  Será allí donde vayan profundizando en la vida religiosa, imitando a Jesús, María y José en Nazaret. Gracias a la adquisición de diversas máquinas, la experiencia artesanal de Bonifacia y el apoyo del obispo de Salamanca, irán poco a poco concretando su carisma fundacional.



Pero la nueva Congregación irá acumulando dificultades que harán sufrir a santa Bonifacia, y que culminarán con su destitución como superiora. Tras una nueva expulsión de jesuitas, que llevará fuera de España a Butiñá, las dificultades económicas, la muerte de las primeras hermanas y la aparición de tensiones internas, irán forjando momentos de prueba para Bonifacia. Ella siempre responderá con mansedumbre, confiando siempre en Dios, perdonando las ofensas y respondiendo con caridad cada afrenta que le hagan. Tras un viaje que hace la madre Bonifacia a Cataluña en 1882 para conocer unas nuevas comunidades josefinas que funda allí Butiñá tras su regreso del exilio, la santa es cesada en sus funciones, y a su regreso a Salamanca, pasa a ser una hermana más. Aunque Bonifacia se muestra conforme, acepta los oficios más bajos, no se queja ante la injusticia cometida, el ambiente de la comunidad se vuelve muy tenso, y para dar solución a esta dificultad, propone la fundación de una nueva casa en Zamora.

En el verano de 1883 inicia una nueva etapa en nuestra ciudad. Los principios fueron difíciles, viviendo en una gran pobreza, pero siempre aceptando con alegría la voluntad de Dios. Acogida por el obispo Tomás Balestá, iniciará una nueva comunidad con el carisma fundacional, poniendo en práctica lo que le inspiró el Señor en los inicios. Junto a su madre Carmen y Socorro Hernández, serán la pequeña semilla que poco a poco comenzará a crecer. Aunque en principio se instalaron en una casona de la plaza de los Ciento, ese mismo año se trasladaron a la calle Orejones, donde podrán instalar su primer taller. Será aquí donde perfeccione su carisma, pudiendo hacer realidad uno de los primeros apostolados a los que Bonifacia se sentía llamada: poder acoger a jóvenes que educar, enseñar un oficio y buscarles una ocupación, dándoles al mismo tiempo una formación cristiana. Esta labor quedará en la memoria de nuestra ciudad y de la provincia, por la multitud de mujeres que se vieron beneficiadas, quedando así en la memoria colectiva de Zamora la santidad de Bonifacia.

En sus últimos años de vida, trabajará incansablemente por la unión de la casa de Zamora con el resto de la congregación, pero siempre recibió negativas, a pesar de que los documentos fundacionales sí estipulan esa unión desde el principio. La madre Bonifacia aceptó esta realidad perdonando y reconociéndolas como hijas, a pesar de la distancia y de la frialdad. El 8 de agosto de 1905 muere en nuestra ciudad, la cual le manifiesta un amor incondicional. Fue enterrada en el cementerio de San Atilano, siendo acompañada por miles de personas. Desde entonces, existió en Zamora la convicción de que la ciudad tenía una nueva santa, iniciándose su proceso de canonización en 1954, cuya apertura solemne tuvo lugar en el templo parroquial de San Juan de Puertanueva. El 23 de octubre de 2011, el papa Benedicto XVI la declaró santa, recibiendo así una veneración universal.

El próximo 16 de noviembre, nuestra cofradía quiere honrar a esta mujer excepcional, cuyo ejemplo de santidad es más actual que nunca. La hermandad quiere así pedir la intercesión de santa Bonifacia por tantas personas que hoy no tienen trabajo, por las vocaciones religiosas,  y por nuestra ciudad, donde vivió y se santificó. Todos los zamoranos están invitados a asistir a esta celebración donde se podrá venerar la reliquia de nuestra santa.

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